desamor

La verdad es que no dejas de querer, solo dejas de insistir

No porque se acaba el amor, sino la paciencia, la dignidad. Sí,se acaban las ganas por seguir en una relación que no avanza, donde ya no hay miradas que abrazan, o el calor de unos abrazos que no nos alcanzan. Al final nos cansamos de insistir, los ánimos se funden, se diluyen las ilusiones y solo quedan las ascuas de esa dignidad que vamos recogiendo a pedazos, conscientes de que ese, ya no es nuestro lugar.

No hay fórmula mágica para olvidar un ex, no se pueden borrar de la mente los recuerdos con formulas mágicas. A muchos terapeutas nos encantaría tener recetas mágica, técnicas fabulosas (haberlas haylas) con las que borrar todo resquicio de ese amor que duele y nos deja devastados, deshacernos de ese recuerdo melancólico que enturbia los días, alarga las noches y merma los ánimos nublando el alma.

Cuando uno tiene que dejar una relación, hay un duelo, es un sufrimiento útil, necesario, un proceso lento, progresivo, que permite a la persona adquirir consciencia y recursos para mejorar esa gestión emocional temporal. Los bálsamos del olvido serían por tanto un recurso estéril, inútil. Se requiere recorrer el camino del olvido de forma progresiva, para poder superar el dolor y el sufrimiento.

En verdad, no se deja de querer de un día para otro

Lo que sí logramos es dejar de insistir en algo que dejó hace tiempo de valer la pena, de valer la vida, de valer nuestros esfuerzos y entrega, total y absoluta, porque así nos lo hicieron ver y sentir. Insistimos en recibir un poco más de atención, deseamos que los pensamientos, las decisiones, los miedos, alegrías y complicidades se compartan, que el tiempo vivido entre dos sepa a felicidad y no a dudas, que exista trasparencia, que reine el deseo auténtico no a frialdad,  que no nos sepa a excusas, a miradas que nos esquivan… a largas.

Cuando uno comprende por fin que es mejor dejar de insistir, es cuando acontece el primer duelo, un principio de dolorosa realidad que nos hace abrir los ojos ante las evidencias. Eso nos obligará también a pasar por una serie de etapas, esenciales todas ellas para clarificar la realidad de ese vínculo y dar por finalizada una relación antes de que se transforme en un calvario de sufrimiento inútil.

Etapas de este primer duelo:

Hay un adormecimiento de la sensibilidad debido a esas situaciones que no acabamos de comprender el por qué de ciertas reacciones, respuesta, de la distancia, de la frialdad emocional de nuestra pareja o del por qué de sus mentiras, engaños y manipulación.

Anhelo es habitual que uno siga insistiendo, el apego entra en juego y aparecen a su vez los típicos sesgos o autoengaños de “si hace esto es porque tiene ahora mucho estrés, porque está ocupado, cansado, no tiene tiempo, trabaja mucho, está preocupado…” etc.

Aceptación  ese es un momento esencial donde uno deja de insistir ante las claras evidencias, evitaciones y distanciamiento del otro.

Alimentar esperanzas, eso es poco más que un autoengaño, lo sabemos, no tiene sentido ni lógica, por lo tanto, hay que hacerlo: alejarse, aquí comienza la fase mucho más compleja: el segundo duelo. Los amores imposibles son una experiencia que casi todos hemos vivido. Pese a que causan sufrimiento, también dan valiosas lecciones, aprendes o repites, ya sabes…

Cuando damos por fin el adiós definitivo y se establece la distancia, pasamos a la segunda etapa

Ante lo irremediable, lo que duele, lo que quiebra nuestra dignidad y aniquila nuestra autoestima, la opción más inteligente es la distancia, hay que tenerlo claro. Sin embargo, lo que nunca será posible es la distancia sin olvido.

“Todo ha terminado y no hay nada que hacer, esto es imposible” ¿qué hacer con ese sentimiento que yace incrustado en nuestro interior y nos quema el alma? Pues, siento avisarlo, pero el segundo duelo es más complejo que el primero, porque si duro es descubrir que no somos amados o somos “mal amados”, más complicado es tener que sanar las heridas, sobrevivir, reinventarnos, salir adelante.

Será imprescindible dar forma a un duelo afectivo que se ajuste a nuestras necesidades, circunstancias y situación, ahí donde la mente, el cuerpo y el alma puedan llorar, procesar, asimilar la ausencia del ser amado y aceptar sí o sí la nueva situación sin rencores, sin rabia, ni resentimientos, sin reproches. Toca “insistir” en nosotros. Toca ser cabezones, toca despegarse, alimentar con esperanzas, nutrir con cambios e ilusiones, aunque al principio, claro está, no podamos ni pestañear ante tanto dolor. 

Librarnos de la nostalgia, tristeza y dolor lleva su tiempo, se logra recuperar la dignidad, trabajarla hasta que podamos permitirnos seguir adelante con la cabeza alta, a por más y mejor amor, amor sano, del bueno.

Lo mereces, todos merecemos tener buen amor, relaciones sanas, vivas, que nos nutran, a por ello, se puede, no te conformes con cualquier cosa, hazlo por ti, por tu dignidad, por tu alma.

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