¿Qué quieres?
Ésta pregunta apunta directamente a la yugular de lo que significa ser consciente. Hay que ir al grano, damos demasiados rodeos, nos perdemos por el camino, nos olvidamos de la esencia.
El hecho de ser capaces de despejar nuestra mente de deseos ambiguos y clarificar qué es lo que ahora realmente queremos de la vida, de los demás, es un acto de inspiración y, como tal, un momento sagrado.
Fluir y aceptar lo que venga no es incompatible con disolver ruidos y temores que, como telón de fondo, tratan de nublar la autocreación de nuestro devenir, camuflándola.
Estamos atrapados por la monotonía diaria, por las quejas, por el «tú más», por el piloto automático de nuestro existir, no nos mueve nada ni nadie, ni pestañeamos, nos conformamos con no vivir, con hacer como que vivimos.
Atención a lo que decides querer. Un “yo quiero…”, trae consecuencias y, aunque todo termina cumpliéndose, calma, estemos tranquilos: quién escucha a su corazón, no se arrepiente de lo que elige querer; sabe que su voluntad a nadie daña, sino que a todos mejora.
Y si daña, forma parte del crecimiento de todos, son experiencias que sirven de aprendizaje a todos y si no aprendes, lo repites. No puedes cambiar el querer de los demás, pero sí el tuyo. Sonrío.
¿Y tú, qué quieres?
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