La memoria traumática nos afecta, más de lo que creemos

Los recuerdos de eventos traumáticos tienen propiedades y características propias, que los diferencian de los recuerdos comunes, utiliza mecanismos propios mediante los cuales cronifican el dolor, incrementan la sensación de miedo y estrés afectando al funcionamiento normal del cerebro. Peter Levine, médico y psicólogo experto en procesos traumáticos, señaló algo interesante: que los recuerdos emocionales traumáticos nos obligan a crear patrones psicológicos y conductuales repetitivos. El miedo, la necesidad de huir, las imágenes mentales que se repiten, la angustia… Todos ellos son procesos que nos dejan y mantienen atrapados en un círculo de sufrimiento permanente orquestado por la memoria traumática, dejándonos incapacitados para eludirlos.

¿Qué origina un recuerdo traumático? Para comprender la memoria traumática tomemos conciencia de algo muy sencillo: no todas las personas procesamos de igual modo determinados eventos. Es decir, es posible que el hecho de vivir en piel propia un hecho traumático, véase una agresión emocional, física, sexual, o de cualquier otra índole sea para nosotros algo difícil de afrontar y gestionar, algo que nos inmoviliza hasta convertirse en un hecho traumático. Otras personas, en cambio, lo superan y retoman su vida con normalidad, el impacto de un evento no es igual en todas las personas ni todos somos igual de susceptibles a la hora de generar recuerdos traumáticos. Ahora bien, hay determinados factores donde sí converge por igual el riesgo de llegar a sufrir un trastorno de estrés postraumático: haber sufrido abusos o maltrato en la infancia, haber sufrido amenazas o agresiones, haber sido testigo de un hecho violento, vivir en un contexto violento y tóxico, el desarraigo…

La memoria traumática se relaciona de manera directa con múltiples procesos cerebrales. El modo en que afecta el recuerdo traumático al cerebro es inmenso. La amígdala, esa estructura implicada en el contenido emocional de nuestros recuerdos, presenta una hiperactivación. Es ella la que avisa de un peligro a nuestro cerebro. De ese modo, el hecho de haber vivido una situación traumática genera que procese casi cualquier evento como un riesgo. De ahí la sensación de miedo constante. El recuerdo de un trauma altera el tamaño de diversas estructuras, una de ellas es el hipocampo. Esta área relacionada con la memoria ve reducido su tamaño como consecuencia del estrés. Por otro lado, la memoria traumática impacta a su vez en otras áreas. Así, la dificultad para reflexionar, tomar decisiones o centrar la atención tiene que ver con una menor funcionalidad de la corteza prefrontal. 

Expertos en la psicología del trauma señalaron que las personas que están pasando por un trauma sufren a menudo alteraciones sensoriales. Es decir, pueden escuchar sonidos, ser más sensibles a los estímulos visuales y experimentar sensaciones que los retrotraen de nuevo a ese recuerdo traumático. Asimismo, es necesario entender otro aspecto sobre la memoria traumática. Una de sus características es su capacidad para distorsionar incluso los propios recuerdos, llegamos a integrar recuerdos que intensifican aún más el sufrimiento, o puede darse el caso contrario. Hay personas que “bloquean” ciertos hechos, ciertas imágenes y vivencias. La mente hace uso de este mecanismo de defensa para disminuir el sufrimiento (amnesia disociativa) y borra los recuerdos traumáticos (por suerte).

El abordaje de los traumas es un área que no deja de crecer y de mejorar cada día. El conocimiento sobre cómo trabaja nuestra memoria -y el propio cerebro- nos abre nuevos caminos para dar respuestas a un hecho que viven a diario en el sufrimiento muchísimas  personas. Al fin y al cabo, un trauma nunca se olvida, pero podemos aprender a sobrellevarlo dándonos nuevas oportunidades para ser felices. La memoria traumática distorsiona nuestra realidad, nos hace frágiles, vulnerables, extremadamente sensibles, erosiona nuestra calidad de vida y puede dar forma a mecanismos psicológicos tan complejos como son la represión o la disociación, en definitiva, es una herida que todo lo altera y distorsiona. El cerebro, víctima también de esos recuerdos orquestados por el sufrimiento, influye a su vez en la manera en que pensamos, sentimos y nos relacionamos. Esas cárceles del pasado restan calidad de vida a nuestro presente hasta dar forma a estados debilitantes como por ejemplo, el trastorno de estrés postraumático. Hablar de la memoria es referirnos a una entidad tan misteriosa como contradictoria. A veces, desearíamos recordar con mayor detalle determinados momentos de nuestra vida para disfrutarlos una vez más. En otras ocasiones, daríamos lo que fuera por olvidar ciertos hechos de nuestro pasado, ahí donde se anclan espacios oscuros llenos de dolor y sufrimiento.

Las investigaciones sobre el trauma sugieren que las personas quedan afectadas por la experiencia traumática mucho tiempo después de que ésta se haya producido y, en este sentido, muchas intentan hacer todo lo posible por olvidar. No obstante, se necesita invertir muchísima energía para seguir adelante, sobre todo, cuando ante determinadas situaciones se desencadenan sensaciones físicas intensas, emociones desagradables, acciones impulsivas…. o se vuelve a experimentar intrusivamente el recuerdo del acontecimiento en forma de pesadillas, imágenes… o se produce una mayor activación traducida en hipervigilancia, irritabilidad, insomnio… o una evitación de personas, lugares, pensamientos… Este tipo de reacciones postraumáticas pueden resultar tan incomprensiblemente abrumadoras para la persona que las sufre, que teme estar volviéndose locas, tener algún tipo de tara sin posibilidad de solución, o se culpan por su debilidad y se avergüenzan de su falta de control. Hay situaciones en las que el propio cerebro llega a bloquear o distorsionar esos eventos dolorosos dejándonos suspendidos en un estado en el que es muy difícil gestionar o afrontar todo el dolor, originando así las conocidas enfermedades psicomáticas. Es sin duda un tema delicado, pero igualmente interesante y hay que prestarle atención, no se pueden ignorar los traumas metiéndolos en un cajón, o baja la alfombra; mirar de frente el dolor y el sufrimiento, no es fácil, pero doy fe de que es tremendamente reparador ocuparse de uno mismo. Requiere tiempo, mucho tiempo y valentía. Por lo tanto conste: honro a todos los valientes que han pasado por aquí, ellos saben quién son, los honro profundamente y celebro cada uno de sus avances y logros.

“El hecho de superar el trauma y volverse bello, pese a todo, no tiene nada que ver con la invulnerabilidad ni con el éxito social”

Boris Cyrulnik

Gracias, gracias, gracias.

A.

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