“Conócete a ti mismo”.

Éstas palabras estaban grabadas sobre la entrada en el Templo de Apolo en Delfos, sede del sagrado Oráculo. En la Antigua Grecia, la gente acudía al oráculo con la esperanza de averiguar qué les reservaba el destino. Es probable que muchos de los visitantes leyeran éstas palabras al entrar en el Templo, sin darse cuenta de que indicaban una verdad más profunda que cualquier cosa que pudiera revelarles el oráculo. Puede que tampoco se dieran cuenta de que por grande que fuera la revelación que recibieran al final no les serviría de nada, no los salvaría de sus problemas, de su infelicidad y sufrimiento que ellos mismos crearían si eran incapaces de descubrir la verdad oculta en la recomendación que había en la entrada al templo: ¡conócete a ti mismo! pero antes de formular otra pregunta, plantéate la pregunta más fundamental de tu vida ¿quién soy?

En mi primer retiro espiritual, en la Escuela de Transpersonal, estas palabras estaban inscritas en la entrada, me marcaron, me marcó ese retiro, fue la primera vez que puse voz a mi dolor, a mis traumas y a mis emociones, fue la primera vez que tuve el valor de hacerlo, 40 años que me había guardado todo esto para mi, siendo incapaz de compartirlo con ningún profesional. Fue necesario, fue reparador, fue el principio del fin de mi sufrimiento y dolor. Siguió un largo, tortuoso y necesario proceso de desarrollo personal, y sigue…

Si no te conoces a ti mismo, ¿cómo pretendes cambiar? Hay personas “inconscientes muchos permanecerán“inconscientes”, atrapados en sus egos gran parte de su vida y da igual lo que sea que ejerzan como profesión, su historia personal, su cuerpo, o la cantidad de dinero que tengan, da igual; no se conocen a sí mismos. Se identificarán con su ego, con su trabajo, con la cantidad de dinero que tiene en su cuenta, o con sus relaciones. Todo eso forma parte del engranaje del motor de su vida. Viven en piloto automático, no viven sus vidas, no saben qué quieren, no saben quiénes son. Conocerte a ti mismo es mucho más profundo que adoptar un conjunto de ideas o creencias. No se trata de ir a un retiro y ya está. Las ideas y creencias espirituales pueden ser útiles indicadores, pero no mueven ni un ápice los conceptos centrales de lo que tú crees que eres. Conocerte profundamente no tiene nada que ver con las ideas que flotan en tu mente, sean las que sean. Conocerte profundamente a ti mismo es estar enraizado en el Ser, en el Aquí y Ahora, en lugar de estar perdido en tu mente, prisionero de tus pensamientos, buceando en ti con honestidad.

Tu sentido de quién eres determina lo que percibes como tus necesidades, lo que te importa en la vida y por descontado, todo lo que te importa, tendrá el poder de trastornarte y perturbarte. Lo que te importa no es necesariamente lo que dices, o crees, solo tus actos y reacciones revelan como es de importante y serio para ti. Puedes preguntarte ¿cuáles son las cosas que me molestan y trastornan? No te olvides de un dato importante: todo lo que viene de fuera y te trastorna, enfurece, molesta, o te hace sentirte incómodo, es tuyo, te lo tienes que trabajar, o poner limites. Cuanto más estrecha sea la visión de ti mismo, más reaccionarás a lo que viene de fuera, de los demás. Es muy difícil engañarse por mucho tiempo a uno mismo y a los demás sobre quien eres en realidad. Los defectos, o lo que percibes en los demás como defectos, se convierten en ti en tu identidad. Solo verás en ellos su ego y así reforzarás tu propio ego, en lugar de ver más allá.

La gente muy “inconsciente”, ve su propio ego a través de su reflejo en los que le rodean. Cuando te das cuenta de que lo que te hace reaccionar en otros está también dentro de ti (y a veces, está solo en ti) empiezas a hacerte consciente de tu ego, dejas de ir de víctima por la vida. Ser consciente de cuán grande es tu ego, no significa conocerte, o saber quién eres en realidad, significa que has puesto algo de luz, significa quien no eres, y, sabiendo eso ya es mucho.

Claro, hay que partir de que hay personas que hieren y personas que curan. Hay personas que iluminan y hay personas que nos ensombrecen. También hay patrones de repetición. Y hay todo tipo de relaciones, donde el drama está en su máximo esplendor que nos atraen y/o atrapan inexplicablemente. Y también hay vidas duras, infancias difíciles. Carencias afectivas. Ausencias de todo tipo. Dolor. Sufrimiento. Desamor. Soledad. Miedo. Ansiedad. Culpa. Remordimientos. Creencias. ¿Todo esto nos muestra quién somos, cómo somos? No, solo nos muestran circunstancias que hemos vivido en el pasado que nos han “creado” a semejanza de lo vivido. Nos muestra lo vulnerables y frágiles que somos. Lo fuertes que somos. Las heridas siempre buscarán ser sanadas. Y a veces, se sanarán en forma de personas; llegarán, tocarán tus heridas y tus cicatrices y pondrán el foco sobre ellas. Si no te escuchas, sentirás impulsos que te llevarán a conocer personas con las que vivirás situaciones y relaciones que serán herida o sanación, que te mostrarán las heridas, o, te dejarán noqueado en el suelo.

No queremos ser ayudados, no admitimos por ende una mano amiga que se nos ofrece sinceramente. No vemos la preocupación sincera. Ni el sufrimiento de los que nos rodean mientras transitamos episodios duros. Tampoco valoramos lo que se nos ofrece. Ni vemos. Ni escuchamos. Y todo se repetirá hasta que lo hagas. Así es difícil descubrir quién eres, muy difícil teniendo en cuenta todo esto. Para trascender el ego, hay que salirse del contenido. Conocerte a ti mismo es ser tú mismo, y ser tú mismo, es dejar de identificarte con el contenido de tu vida, las creencias, los programas…

Tras muchas experiencias, aprendizajes, muchos libros, formación, retiros espirituales, seminarios a los que asistí solo llegué a una conclusión que me sirve: cuando la base de tus acciones están en sintonía con lo que piensas y sientes en tu interior, tus acciones adquieren el poder de la inteligencia de la Vida misma y eso es escucharte, conocerte, descubrir poco a poco quién eres, llegar a tu esencia, vivir en coherencia: mente, alma cuerpo.

Pide ayuda, pide orientación. Vive en el presente. Escúchate.

Gracias, gracias, gracias.

A.

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