cambio

Te cuento… 

El crecimiento personal no es de la noche a la mañana. No hay milagros en ello. No hay varitas mágicas. Hay que recorrer senderos sinuosos, tiene subidas y bajadas, tiene cumbres y abismos y tiene noches oscuras del alma. No hay magia. El crecimiento personal no es un proceso lineal, ni controlable, eso sí, es progresivo. El ego se hace visible, al igual que el alma, se manifiestan y maduramos con el descenso a lo oscuro, crecemos cada vez que tocamos fondo. 

Es un proceso

El crecimiento personal y espiritual es un proceso necesario a aprender, a vivir desde el alma en lugar de desde la tiranía del ego, con menos certezas y más atentos a las intuiciones y las emociones. Hemos de rendirnos y dejar que el dolor nos pula, nos forje, purifique, cambie y transforme. El alma se nutre de la noche oscura.

El crecimiento personal y espiritual es gestación, germinación para renacer, es confiar, es implicarse, es una oportunidad para recuperar la conexión con la esencia, frente al control del ego y la fuerza de la razón y el control. Es mirar nuestras sombras, ver los valles lúgubres y sombríos de nuestro espacio interior, nos miraremos de frente, con honestidad y sin duda alguna, en este lugar desierto donde estamos, en esa misma oscuridad en la que nos hallamos y no vemos nada, encontraremos la propia fuerza para salir adelante.

Noches osucras del alma

Hay noches oscuras del alma y descensos a los ineludibles infiernos, pero claro, cubiertos de lodo, no lo vemos, no vemos nada y caemos sin freno. No hay que tener miedo a ese espacio oscuro, gélido, desierto, solitario, ni al vacío, solo tenemos que intentar no abandonarnos del todo. Solo desde aquí, desde este punto puede emerger un vacío fértil, una presencia total que nos liberará y en este sentido, la oscuridad y el caos preceden siempre a una expansión de la conciencia, al crecimiento.

Es un gran privilegio ver los procesos de crisis, cambio y transformación de las personas que acuden a mi. Suelen venir rotas, asustadas, confusas, doloridas, perdidas. Sé con certeza que son procesos sanadores de renacimiento para ir más allá de sus límites. La pérdida siempre lleva consigo una ganancia, sin duda. Hemos de dejar espacio para que emerja lo nuevo en nosotros, aceptar la muerte de ciertos aspectos o viejas estructuras ya caducas y reconocer que las crisis es necesarias para el crecimiento y desarrollo de nuestras potencialidades internas.

El proceso de transformación se inicia cuando aceptamos que nos hallamos en un momento de cambio, al alinearnos, sintonizar y descubrir cómo expresarlo de forma creativa. Es bueno transformar el dolor en lo que sea que nos ayude a encontrar símbolos y metáforas que nos inspiren para reconectar con nuestra naturaleza instintiva e intuición, en definitiva con nuestra esencia, con nuestra alma.

Ayudo y guio a las personas a salir airosas y reforzadas de sus crisis existenciales.  

Bueno, sólo alumbro el camino a los que realmente lo quieren hacer, se comprometen a ello, se implican de verdad, tratando de aliviar su dolor, la tristeza. A las que realmente desean cambiar. Los desafíos, conflictos y frustraciones, todo esto nos ayuda, posibilitando el crecimiento y la evolución de nuestra conciencia. Cada sufrimiento y dolor es una puerta que se abre a otro plano. El dolor y la pérdida cumplen la función de despertarnos a nuestra verdadera naturaleza primigenia, descubrir quiénes somos más allá de las máscaras de la personalidad y nuestros condicionantes y sombras.

Cuando muere el ego, el alma resplandece y se reafirma.

Nos hacemos más humildes. Desaparecen las capas de orgullo, soberbia, vanidad, arrogancia y narcisismo; se destruyen capas de egocentrismo, soberbia, perfeccionismo, rigidez e intolerancia. Se resquebrajan nuestras corazas, nos volvemos translucidos, permeables a la vida. La noche oscura del alma encierra la oportunidad de acceder a nuestra espiritualidad al sentirnos uno con el otro, tú eres yo, yo soy tú, la fuente de la compasión reside en reconocernos en los demás.

A través de las sucesivas crisis, accedemos a la humildad, generosidad, paciencia, bondad, compasión, confianza, gratitud, amor incondicional, a la esencia de nuestra verdadera naturaleza. Ante las pérdidas, las crisis y el sufrimiento hay una necesidad de búsqueda de significado y sentido de la existencia. Surgen las preguntas y el ámbito de la espiritualidad proporciona respuestas a nuestros interrogantes existenciales.

Y tú ¿estas en crisis, has pasado alguna noche oscura del alma, sobreviviste y te hiciste más fuerte o te quedaste ahí lamentándote, llorando o saliste corriendo renunciando  y no aprendiste nada?

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