A todos nos han abandonado
Y cuando digo abandonar, no me refiero sólo al acto de dejarnos. Abandonar, soltar, prescindir. No. Es más simple. Pero duele igual. A todos nos abandonaron en medio de algo que se complicó. En el inicio de un proyecto. En el placer del logro cumplido. En el momento menos pensado. En el momento más esperado, pero no aceptado. O inesperadamente.
A veces pasa
Te das la vuelta y no tienes quien te sujete, quien te dé una palmadita en la espalda, quien te guiñe el ojo cuando algo te salió bien y quien te limpie las rodillas cuando te fuiste al suelo. Quien te de un abrazo. Todos sabemos la soledad que se siente cuando nos abandonan, es insoportable, trágica, pesa. Porque todos fuimos abandonados un día. Todos. Y todos hemos abandonado a alguien. Todos.
Y entonces, nos quedamos en el vacío. No hay nada de lo que hubo, no encontramos algo a lo que aferrarnos, un acto paliativo, para salir del pozo y lo buscamos. Vemos gente que se come la angustia tragándose un paquete de cigarrillos o botellas de alchol, o drogas varias, o sexo, o redes, otros corren y corren como locos, a ver si el viento en la cara les vuela ese agujero que tienen en el alma, otros se comen las uñas junto con los nervios y la ansiedad paralizante, otros comen sin parar, sin noción de que lo que se intenta matar, no es el hambre, sino el vacío que quedó en uno tras ser abandonados.
Otros se refugian en la primera relación que pillan y se entregan en cuerpo y alma a quien sea con tal de no estar solo. Vas haciendo compulsivamente cosas que no necesitas, para sentirte un poco vivo por un instante aunque sea. Lo que sea, con tal de no mirar dentro de uno. Es que somos tan jodidos con nosotros mismos que cuando peor estamos, es cuando más nos castigamos.
Porque todo eso que no haces de verdad por ti, te come por dentro. Te pone peor. Se suma al abandono, te agrava la culpa de hacer algo que sabes que no es genuino ni gratuito. Porque no es lo que quieres y tampoco lo que necesitas. No comes así por hambre. No corres así por tu devoción al deporte y a tu cuerpo, cuando en verdad, te estás rajando de mirar dentro de ti. No te acuestas con otros por amor. Tapas, escondes, metes todo debajo de la alfombra. Cierras los ojos. Te pones los auriculares a todo volumen, para no escuchar tu corazón, tu alma.
Para
El secreto esté en parar, frenar, sentir, recordar que en ese abandono, en lo que te falta, es donde tienes que buscar. Busca en ti. Amor hay de sobra, solo debes de dar con el, pero hay amor en ti. Quizás sea hora de pedir ese abrazo. De llorar con tu amigo del alma, o de pedir ayuda por fin y decir «sí, te juro que te necesito». Es ahora. No luego, ahora. Habla con quién sabe escuchar, porque no todos saben hacer eso.
El dolor tapado no es dolor sanado. Para un poquito, mírate en el espejo de tu alma. Respira. Porque no hay peor abandono que el abandono de uno mismo.