Muchos años viví con miedo. Un miedo atroz. Paralizante. Estaba presente en cada célula de mi cuerpo. Se disparaba con lo más mínimo. Aprendí a vivir con él, a conocerlo, a dominarlo. Fue un proceso, como todo. Largo, lento, sinuoso, se aprende, aprendí, sigo aprendiendo.
El miedo lleva a la servidumbre, a la obediencia, a la esclavitud. Te anula. Quien vislumbre en ti el miedo, te dominará. Te usará y esclavizará. Es así. Y hay muchas, muchísimas formas de hacerlo. La manipulación es una de ellas.
Eso sí, existe una gran diferencia entre el miedo y el temor. El temor, es ese sentimiento que nos permite subsistir, es esa «alarma» que se dispara y nos avisa que tenemos que cuidarnos y muchas veces, por supuesto, es el resultado de experiencias anteriores.
El miedo es poderoso, es ese sentimiento paralizante que te impide no sólo pensar o razonar, sino que te incapacita por el terror que sientes incluso en niveles muy elevados, te inmoviliza hasta llevarte incluso a paralizarte por la incapacidad que tienes de reaccionar.
Y fíjate, es precisamente el miedo lo que históricamente nos ha causado tantas creencias limitantes en nuestra vida. Hoy, vivimos así, hay mucha gente que vive con miedo. Por ende, ha soltado el control de su vida, vive paralizado y al antojo del miedo.
Quizás sea el momento de soltarlo, de aprender a vivir sin miedo. Se puede.
¿Y tú vives con miedo?