Sí, aprendí a perdonarme. Con compasión, humildad, con amor, porque me di cuenta de que lo hice lo mejor que pude.
Comprendí que fui, soy y seguiré siendo un ser sensible, frágil y vulnerable, como lo son (casi) todos los seres humanos.
Las experiencias de mi vida moldearon mi personalidad, crearon mi vida entorno a mis vivencias que pensaba que eran erróneas, que mi vida había sido un desastre, un error, un fracaso (como todos). Nada más lejos de la realidad, todo fue perfecto, todo fue necesario.
Aún así, aprendí a quererme, a amarme. No sabía hacerlo, lo aprendí. Los que me amaron y los que no, me lo enseñaron.
Me perdoné. Tampoco supe hacerlo, hasta que lo aprendí. Cargar con culpa y responsabilidad, es innecesario.
Sané el estancamiento emocional, las heridas, la acumulación de estrés y cansancio, la desconexión, el abismo entre fuera y dentro, el anhelo por ser yo.
Las emociones que surgen en nosotros, son olas que podemos sentir que nos sumergen profundamente, o nos elevan. Hay que buscar el punto medio, el centro se distingue por su levedad.
Amarse, perdonarse, dominar las emociones, es un aprendizaje, un proceso.
Estoy al servicio de todos los que me necesiten, desde mi experiencia, desde mi pulsión, con tremenda humildad, desde lo que soy y sé.