La espiritualidad sí es tendencia

Equilibrio espiritualidad zen

La espiritualidad sí es tendencia.

Me dijeron los días pasados: lo espiritual (desgraciadamente) no está de moda, no se lleva.

¿Cómo se va a llevar, si vivimos tiempos difíciles, duros y en una sociedad totalmente materialista, cada día más carente de valores y llena de avaricia personal y vacíos?

Dijo E. Tolle:

“No puedes transformarte a ti mismo, no puedes transformar a tu pareja ni a ninguna otra persona. Lo único que puedes hacer es crear un espacio para que ocurra la transformación, para que la gracia y el amor iluminen la vida.”

La espiritualidad ha sido definida (entre otras) como

“aquello que abarca las necesidades más profundas del ser, necesidades cuya realización acercan al individuo a un estado de propósito y significado; un anhelo de buscar significado, propósito y dirección vital, en relación con una fuerza superior, espíritu universal o Dios”

Meichenbaum

“Experimentar una unión con algo mucho más grande que nosotros, y en esa unión encontrar nuestra mayor paz”

James.

En realidad, no se trata de nada nuevo. El significado etimológico de “psicología” ya lo indica: “psyche” significa alma. Los acompañantes de almas no olvidamos el propósito inicial: indagar en la profundidad de alma humana para poder acompañarla y liberarla del sufrimiento y dolor. Soy consciente que a veces, el peaje que pagamos fue olvidar y dejar fuera nuestras dimensiones esenciales del ser humano, prestando atención solo a la mente y cuerpo, excluyendo la dimensión espiritual, de ahí nació mi Taller de Almas, de mi deseo de prestar atención al ser humano completo, de ayudar y apoyar al otro desde mi visión holística y metafísica; siempre desde la compasión y el amor, con mi experiencia vital y empatía.

Lo que alimenta la espiritualidad emerge cuando miramos en lo más profundo de nuestro corazón. No hay respuestas genéricas, sino respuestas personales que cada cual tiene que encontrar dentro de sí mismo buceando en su alma. Lo espiritual es una experiencia íntima y transracional por la que el Ser Profundo se revela, se nos muestra. Se trata de un nacimiento que, cuando un día nos sucede, ya no tiene vuelta atrás.

La terapia se orienta hacia el logro de una mayor autenticidad, madurez y crecimiento, trata de atender nuestras necesidades de autocuidado, a relacionarnos con y desde la autenticidad con nosotros mismos, con los demás y con la vida. Aborda la comprensión de los patrones internos que hemos elaborado y mantenemos en función de nuestro origen, historia y aprendizajes.
La meditación posibilita el acceso directo a las causas últimas de la infelicidad humana, abre puertas a la consciencia, al Yo profundo.

Reconociendo la dimensión espiritual en quien requiere de mi acompañamiento, puedo ver su esencia, sus conflictos, el dolor oculto, desde y con compasión. Esta forma de estar presente en la relación terapéutica abre espacios de transformación profundos, auténticos y genuinos. Muchas personas “despiertan” a otra dimensión después de atravesar dificultades que les empujan a ampliar su mirada tras tocar fondo. Buscan respuestas a cuestiones que tienen que ver con quienes son o qué sentido tiene lo que sucede en su vida. Las crisis se producen cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer, surge el bloqueo, la crisis existencial.

El ser humano es un universo asombroso por explorar, una maravillosa aventura que tiene muchas dimensiones: integrarlas es el gran reto. Nos encontramos en un momento histórico en el que somos muchos, cada vez más, los que estamos convencidos de que el acercamiento a la espiritualidad no es una opción, sino la oportunidad de volver a nuestra dimensión original con todo su potencial transformador.

Conectar con nuestro guía interno, con nuestro interior, con el despliegue de la chispa divina que reside en todos nosotros y que inspira el camino en cualquier experiencia de despertar, es la senda. También puede ser experimentar una unión con algo mucho más grande que nosotros, y en esa unión encontrar nuestra mayor paz. La autentica espiritualidad no trata de transportarnos a otra realidad, sino de transformarnos en la vida cotidiana que vivimos. No sirve para desconectarnos de la vida, o para hacernos sentir más importantes. La espiritualidad nos ayuda a sostener y aceptar el dolor de la vida, sin que éste se convierta en sufrimiento y nos bloquee, condicione o paralice.

Ser espiritual significa tender puentes entre la tierra y el cielo, entre la materia y el espíritu, expresarlo desde el corazón. El camino del desarrollo personal y el del desarrollo espiritual se influyen mutuamente. La percepción de espiritualidad depende de nuestro nivel de desarrollo del ego. Evidentemente podemos experimentar la espiritualidad sin tener que hacer un recorrido de trabajo personal y claro, nuestra interpretación de esa conexión será menos afinada, pudiendo perdernos en creencias extravagantes. Es decir, puedes tener una poderosa experiencia espiritual y la interpretarás de acuerdo con la etapa de desarrollo en la que te encuentras y no deja de ser un camino de desarrollo, de crecimiento, de llegar a ti, a tu esencia.

La espiritualidad no es una moda, la espiritualidad nos une, es lo que nos falta para ser completos, para unir todas nuestras dimensiones y SER. Aunar cuerpo, mente, espíritu y alma, eso es SER completos. Y da igual el problema que tengas, si no lo tratas ni le prestas atención, se repetirá constantemente… Eso es así.

Gracias, gracias, gracias.

A.

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2 Responses
  1. Adriana

    La espiritualidad acompaña al ser humano desde tiempo inmemorial…

    Gracias a ti, Preciosa Anca. Siempre.
    Besos y mejor semana,
    Adriana

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