No nos enseñan a querernos, a amarnos, tampoco a querer, ni a amar. No. Aprendemos sobre la marcha, con los elementos que tenemos a mano. Y si lo que tienes a mano es dolor, sufrimiento, traumas, te aseguro que la forma que pones en marcha para querer, amar y amarte, no va a ser correcta. Y si nunca nos lo enseñaron ¿cómo podemos saber si tenemos que trabajar nuestra forma de querer/ amar?¿Te ves aquí reflejado? Bienvenido al Club de almas rotas, somos legión.

Sabemos que no nos amamos cuando: levantamos muros, nos rechazamos, emitimos juicios negativos sobre nosotros mismos, cuando no nos apoyamos, o, nos soltamos, o, nos sueltan de la mano en momentos complicados, o, no reconocemos nuestro valor individual y personal, o, no creemos en nosotros ni en nuestro sueños… y todo esto en la mas absoluta soledad (ahí es nada). La base de todo está en que no nos conocemos “en esencia”. Nos falla esa mirada amable hacía nosotros mismos. Hay que cambiar la mirada y conocerse para mirarse con ojos amorosos y compasivos.

¿Y cómo lo hago?

Pues, lo primero es constatar cómo me relaciono conmigo, cómo me relaciono con los demás y cómo lo hago con la vida, en todos sus ámbitos. Debemos seguir un mismo camino y empieza con la consciencia, la honestidad, con el momento en el que me doy cuenta de lo que está pasando y sigue con el modo en el que voy transitando ese camino hasta llegar a amarme más. Poniendo luz, observándome, comprendiéndome, perdonándome, abrazándome con compasión y así llegaremos a querernos y amarnos. En ese orden.

Así, poner luz, es poner consciencia, es decir, me doy cuenta de que estoy en juicio y guerra conmigo constantemente, me castigo, rechazo, me boicoteo, no me amo y no creo en mí, ni en mis posibilidades. Ese “me doy cuenta” es poner luz. Desde ahí me observo y observo mi comportamiento y mi escapismo (mirar dentro de uno, no es fácil). Después me comprendo (sin juicio) porque todo lo que somos es el resultado de un camino (erróneo) de aprendizaje adquirido a lo largo de nuestra experiencia vital. Luego me abrazo, abrazo todo lo que soy (es el paso más complicado porque tendemos a rechazar lo que no nos gusta) y a partir de ahí es cuando el camino de aprendizaje se une al proceso de comprensión, aceptación y perdón, es un duro y arduo trabajo, pero merece la pena aprender amarse y amar.

About the author

Leave a Reply