Encantada de conocerme

autoconocimiento

Somos nuestro mayor enemigo, todos lo sabemos, cuando la mente empieza a dar vueltas nos quedamos atrapados en un mismo pensamiento, empezamos a elucubrar y conspiramos a saco contra nosotros mismos. Así de simple ¡sic!

Me costó (y me cuesta) lo mío, no os voy a mentir. Casi siempre nos quedamos anclados en lo malo. No vemos lo bonito, lo bueno, lo maravillosos que somos. Y si te lo dicen, ni caso, ni escuchamos, ni nos lo creemos. Si te conocieras realmente, te querrías mucho más de lo que te quieres, hay herramientas para aprender a escucharse, entenderse, hacerse amigo de uno mismo, pregúntame y te cuento.

Más allá de la autoestima, conocerse a uno mismo es el amarte a ti mismo, desde lo más profundo de tu alma, al margen de las experiencias vividas, del entorno y de las circunstancias. Amarte de forma incondicional más allá del contexto, mostrando respeto, cuidado y amor por uno mismo. No olvidemos: los demás nos hacen de espejo. Nos muestran lo que no nos gusta ver. Nos lo ponen en bandeja. Otra cosa es que lo queramos ver, que lo queramos enfrentar y reajustar, que tengamos valor de enfrentarnos a lo que no nos gusta, a lo que nos mantiene alejados de nosotros mismos. La vida, los vínculos con los demás, la forma en la que amamos a los demás, los éxitos, nuestros sueños, son un reflejo de la relación que se tiene con uno mismo y con los demás, nos muestra lo que somos, cómo somos. Por eso es tan importante aprender a escucharse, entenderse y cuidarse, en definitiva, aprender a amarse incondicionalmente, nos hace mejores.

Una de las definiciones de la autoestima que más se usa, es que se trata de la valoración que tú haces de ti mismo, por tanto estaríamos hablando de una comparación. Valorar el grado de autoestima, no deja de ser fruto de la mente, de una autoevaluación. Pero, ¿es necesaria? Me inclino por pensar que tenemos que tratar de protegernos, respetar nuestros propios sentimientos, hacer aquello que nos hace sentir bien y dejar de hacer lo que nos hace sentir mal, o dejar de ser y estar en pro de los demás.

No nos enseñan a querernos, a amarnos. No nos enseñan a querer, ni a amar. No. Aprendemos sobre la marcha, con los elementos que tenemos a mano. Y si lo que tienes a mano es dolor, sufrimiento, traumas, te aseguro que la forma que pones en marcha para querer y amar no va a ser correcta. Y si nunca nos lo enseñaron, ¿cómo podemos saber si tenemos que trabajar nuestra forma de querer/ amar?¿Te ves aquí reflejado? Bienvenido al Club de almas rotas, somos legión. Podemos saber que no nos amamos cuando: levantamos muros, nos rechazamos, emitimos juicios negativos sobre nosotros mismos, cuando no nos apoyamos, cuando nos soltamos, o nos sueltan de la mano en momentos complicados, cuando no reconocemos nuestro valor individual y personal, cuando no creemos en nosotros ni en nuestro sueños… y todo esto en la mas absoluta soledad (ahí es nada). La base de todo esto está en que no nos conocemos “en esencia”, porque si de verdad nos conociéramos no nos pasaría todo esto. Lo que nos falla es la mirada amable hacía nosotros mismos. Hay que cambiar la mirada y conocerse para mirarse con ojos amorosos y compasivos.

¿Y cómo lo hago?

Pues, lo primero es constatar cómo me relaciono conmigo, cómo me relaciono con los demás y cómo me relaciono con la vida en todos sus ámbitos. Debemos seguir un mismo camino, que empieza con la consciencia, con la honestidad, con el momento en el que me doy cuenta de lo que está pasando y sigue con el modo en el que voy transitando ese camino hasta llegar a amarme más. Poniendo luz, observándome, comprendiéndome, perdonándome, abrazándome con compasión y así llegaremos a querernos y amarnos. En ese orden.

Así, poner luz, es poner consciencia, es decir, me doy cuenta de que de que estoy en juicio y guerra conmigo constantemente, me estoy castigando, rechazando, auto-boicoteando, no me estoy amando y no estoy creyendo en mí ni en mis posibilidades. Ese “me doy cuenta” es poner luz. Desde ahí me observo y observo mi comportamiento y mi escapismo (porque mirar dentro de uno, no es fácil). Después me comprendo (sin juicio) porque todo lo que somos es el resultado de un camino de (insano) aprendizaje adquirido a lo largo de nuestra experiencia vital. Luego me abrazo y abrazo todo lo que soy (es el paso más complicado porque tendemos a rechazar lo que no nos gusta) y a partir de ahí es cuando aprendo a amarme. Ese camino es un ciclo que va unido al proceso de comprensión, aceptación y perdón, es un duro y arduo trabajo, pero merece la pena. Si soy capaz de poner luz y comprender de dónde viene algo que me hace sufrir, o qué activa una herida, o me hace estar a la defensiva, o me dispara, es inevitable que me abrace, porque entiendo que no es algo reactivo sino que viene de una parte “rota” de mi, una parte oculta que no alcanzo a ver pero que dispara mi forma de responder a por ejemplo el abandono, o a no sentirme querida, o no sentirme amada, o rechazada, o no importante, o invisible. Y no esperes nada de fuera, estarás solo. Hay traumas de base que requieren de mucho, muchísimo, profundo y exhaustivo trabajo interior, que a ojos de los demás solo puede parecer que eres una persona fría, egoísta, o tóxica (término que detesto, ni que fueras toxina botulínica), pero no, ante según que cosas, solo son de mecanismos de protección, porque se sufre infinitamente y sientes que no te comprende ni Dios. Y cada uno se protege como sabe, como puede, como aprendió: huyendo, desapareciendo, callándose, levantando muros, castigándose, sufriendo, etc…

Cuando rechazamos una parte de nosotros, nos estamos rechazando de base. Y eso lo hacemos a menudo. Hay que aprender a integrar lo que no nos gusta para amarnos de verdad, avanzando cada día un poquito más, con pequeñas acciones y con todo lo que soy, acercándome un poquito más a mí. Es un camino, de autoconocimiento y autoaceptación incondicional. El primer paso para amarse es perdonarse, conocerse, descubrirse, aceptarse, cada uno desde donde puede y desde sus limitaciones, con sus errores y con valor, con mucho valor. Aprender a sentir que se necesita tomar consciencia y permitir dárselo todo a uno mismo, con autocompasión, con respeto. Con autovalidación emocional del cuerpo y de la sexualidad. Con autoconfianza y autoliderazgo, aprender a confiar en uno mismo, sentirte dueño de tu vida. Con gratitud, sentir tu valía, sentirte merecedor de amor, éxito, etc. Con seguridad. Estar conectado con tu alma, con tu esencia, contigo mismo.

Desapegarte del ego y solo SER, con asertividad, siendo fiel a uno mismo. Establecer límites sanos en las relaciones y aprender a relacionarse desde el respeto a uno mismo, porque nos debemos relacionar desde el amor y no desde la carencia o la comparación. Cuando algo termina en la vida nos quedamos aferrados a ello porque nos da miedo asumir que debemos volver a empezar (sea trabajo, relaciones) es importante entender que tu “yo” de ayer no tiene por qué ser tu “yo” de hoy.

Quizá nos veamos de un modo egoísta, cínico o incluso egocéntrico, pero te aseguro que es un acto de máxima generosidad. Cuando uno aprende a respetar sus propios tiempos y procesos, aprende que la misma o parecida circunstancia requiere un tiempo diferente en cada momento de la vida y también aprende a respetar los plazos y procesos de los demás. Por eso amarnos, lejos de ser un acto de egoísmo, o de cinismo, es pura generosidad. Aprendo a relacionarme desde el amor con el mundo y con los demás en la medida en que aprendo a amarme a mí, porque el amor es dar, respetar y cuidar. ¿Cómo puedo dar, respetar y cuidar a los demás si no sé hacerlo conmigo? Si no sé hacerlo desde el amor, si no sé recibir lo haré desde el miedo, el dolor, la dependencia, o el apego, o la necesidad de que me amen constantemente y eso no es así, lo aseguro. Sigo aprendiendo, ha de ser ésta la herida más profunda a la que me he enfrentando en toda mi vida, y es con diferencia abrumadora, la que más sufrimiento, dolor y lágrimas me ha causado, lo dicho, encantada de conocerme, sigo aprendiendo…¿Y tú, te conoces, te amas? ¿Cómo te amas?

Gracias, gracias, gracias.

About the author

8 Responses
    1. Muchísimas gracias Jesús, lo sé, pero es muy difícil hablar de ello, y más duro aún es mirar dentro de uno… eres muy amable al leerme e interactuar, fuerte abrazo y gracias por tus palabras.

      1. Alfonso José

        No puedo mas que decirte gracias enormes por despertar la conciencia de mi ser, quizas esto me hace pensar, y si esto ha sido un proceso para llegar aquí y sanar desde la contemplación de mi propio yo a traves tuyo…
        Creo que deberíamos leer todos estas letras muchas veces al dia para reafirmarnos y amarnos..yo al menos lo voy a hacer, un abrazo enorme Anka.

        1. Jo, muchísimas gracias por tus amables palabras, eres muy generoso.
          Mis palabras ya son tuyas, las puedes leer las veces que lo necesites…

          Recibe un cálido abrazo.

          Anca.

Leave a Reply