El acompañamiento transpersonal es el que va más allá de la persona. Es decir, busca una visión holística del ser humano que integre el cuerpo, la mente, las emociones y su estructura energética.
Pienso que, escuchar activamente y dar verdadero espacio a la otra persona es un arte muy profundo y sutil. El acto de “acompañar” es tan “sensible” que requiere de un tránsito sereno, se trata de sanar y perdonar, comprender mejor la historia de cada una de las personas. La ayuda es un arte, no es una ciencia, intuir qué decir, qué callar, qué sentir en cada momento requiere de enorme sensibilidad y disponibilidad de servir y ayudar al que tengo en frente.
Se trata de caminar junto al otro, respetando su paso, caminando a su lado. Sin forzar ni imponer ritmos, caminos, metas o cualquier paquete de creencias y actitudes. Es un caminar desde la compasión, el máximo respeto, amor y ternura. Y cuando digo con compasión, me refiero a la actitud que nos lleva a acercarnos con ternura y sensibilidad al sufrimiento del otro y a ayudarlo actuando desde nuestro núcleo interno de confianza, serenidad y coraje. Una pulsión que busca el beneficio del prójimo, que está roto, herido, frágil, dependiente o necesitado. La compasión surge de la comprensión del profundo vínculo entre todos los humanos que compartimos la misma naturaleza esencial.
¿Qué haremos?
¿Qué conseguiremos?
