Desde el momento de nuestro nacimiento, tenemos una sensación de carencia debido a que estamos separados de la Fuente.
Esta separación surge con el «yo separado», es decir, la identificación con el cuerpo-mente, pero surge en el mismo instante en el que cortan el cordón umbilical que nos une a nuestra madre, cuando nacemos y perdura.
Debido a esta sensación de carencia, nos sentimos vacíos y nos pasamos el resto de nuestras vidas intentando llenar este vacío-carencia a través de objetos, cosas, personas, experiencias… es un vacío irremplazable.
Buscamos aliviar nuestra carencia acumulando posesiones materiales, o buscando reconocimiento, o luchando por un puesto de trabajo, o por el estatus social.
También buscamos alivio a través de nuestras relaciones amorosas, queremos que la pareja nos ame, nos llene ese vacío que sentimos, como si esto fuera a funcionar así, y así no es.
Lo mismo sucede cuando el sentido de carencia es tan agudo hasta el punto en que se transforma en dolor y sufrimiento, entonces buscamos alivio en las enseñanzas espirituales.
Da igual lo que hagamos, el alivio será temporal, sentiremos alivio temporal y vuelta a empezar, obtengamos lo que obtengamos, iremos a por más, la carencia es tuya, no la suple nada ni nadie, el vacío es tuyo.
La solución no está en los objetos, en las personas, títulos, profesiones, estudios, adicciones, o enseñanzas espirituales… La verdadera solución, sanación, de esta carencia que siente el «yo separado», está en nuestro interior, en conectar con nosotros mismos.
Cuando conectas contigo mismo y empiezas a amarte, ya no hay necesidad de llenar ningún vacío, ninguna carencia, porque Tú mismo eres todo lo que necesitabas, así de simple, así de fácil.
¿Y tú estás conectado a ti mismo?
